martes, 21 de febrero de 2012

MONSEÑOR FERNANDO CHOMALI EXPRESÓ SU SOLIDARIDAD Y ORACIÓN A AFECTADOS POR TERREMOTO Y TSUNAMI F27

Su solidaridad y oración a todos los damnificados y habitantes de la región expresó el Arzobispo de Concepción, monseñor Fernando Chomalí, quien entregó un mensaje especial al cumplirse dos años de del terremoto y del tsunami del 27 de febrero de 2010.


“A dos años del terremoto y del tsunami del 27 de febrero del 2010, que le costó la vida a tantas personas, que destruyó tantas casas, que echó por tierra el trabajo de toda una vida de tantas familias, que destruyó fuentes de trabajo de tantos hombres y mujeres de nuestro querido país y de nuestra querida Región del Bío - Bío, que ha causado y sigue causando tanto daño en tantas personas que aún no logran acceder a una vivienda digna o a un trabajo que les permita vivir dignamente,  quisiera expresar mi sincero afecto, toda mi solidaridad y toda mi oración a cada uno de ustedes. 

Cuentan con la Iglesia para todo aquello en que podamos servirles con el propósito de lograr lo antes posible volver a la normalidad. Soy consciente que las heridas son muchas, pero tenemos al que sanó al paralítico que también sanara las nuestras: Jesucristo. 

El terremoto ha sido un drama de una magnitud que aún no nos resulta fácil asumir. Sumado a ello está el dolor que han causado quienes se han aprovechado de esta situación para su propio beneficio. Urge sanar también esa herida pidiendo perdón y perdonando. 

Quisiera pedirles que todo el dolor acumulado no lo convirtamos en una fatalidad sino que en una oportunidad. Una oportunidad para trabajar con más ahínco por quienes lo necesitan. 

Una oportunidad para ser mejores vecinos, una oportunidad para comprender las responsabilidades públicas y políticas como una forma de servir, una oportunidad para hacer del la Iglesia una madre que acoge a todo hijo caído. 

Este es el tiempo de levantarnos, levantarnos con más fuerza para que nunca más un terremoto de este calibre nos encuentre desprevenidos. Es el tiempo de reconocer nuestra fragilidad, por cierto, pero también saber que hemos de prepararnos mejor para un evento de esta índole. Pero también es el tiempo de comprender que la vida es muy breve y que hemos aprendido que frente a esta fragilidad y brevedad sólo cabe amar, sólo cabe amar. 

Estoy cierto que las múltiples manifestaciones de afecto y de solidaridad que en medio del drama que muchos hermanos nuestros han vivido muestran que el corazón del hombre tiene aquella bondad originaria que el mismo Dios la dotó. Hagámosla relucir. Ese es el mejor testimonio que podremos dar de que nada ni nadie nos separará del amor de Dios, ni el peor de los terremotos. Cuentan con la Iglesia como madre y hermana en este camino pedregoso de la reconstrucción, que claramente está viendo luces que nos llenan de esperanza. Y de ellos nos alegramos y agradecemos a quienes generosamente han participado en ella. 

Que Dios los bendiga, los cuide, los guarde bajo su manto y les dé la paz. “ 

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