jueves, 6 de octubre de 2011

OCTUBRE, MES DE LA FAMILIA

El futuro de la humanidad se fragua en la familia
(Por Monseñor Fernando Chomali)


Si hay algo que valoramos los chilenos es la vida familiar. Es allí donde nos reconocemos como hijos y hermanos. Es el lugar donde aprendemos a amar y ser amados, a ser solidarios. Es donde vemos los primeros ejemplos que nos acompañarán de por vida. Cuando la familia sufre un quiebre por la muerte de alguno de sus miembros, por la separación de los padres, por el fracaso de alguno sufrimos mucho. Nuestra familia y lo que acontece al interior de ella nos importa. Nos importa mucho. Es notable que para los jóvenes formar una familia está entre sus prioridades. Muchos se frustran al no lograr dicho proyecto. El esfuerzo de muchos para sacar adelante su familia es heroico y sólo ha de suscitar admiración.

En Chile la familia ha sufrido un gran deterioro. Por un lado han disminuido los matrimonios significativamente, han aumentado los divorcios, ha disminuido la natalidad y también han aumentado el número de ancianos que se encuentran solos y terminan en un asilo de anciano. Las familias numerosas son cada vez más escasas. La soledad es una de las quejas más recurrentes de los jóvenes. Y es así porque ambos padres cuando están trabajan en exceso para poder darle lo mejor a sus hijos. Las políticas públicas en Chile en estos últimos 20 años no han contribuido al fortalecimiento de la familia. Al contrario la ha pauperizado cada vez más, al punto que para muchos casarse o no es indiferente. Estos fenómenos tendrán efectos muy nocivos para la sociedad. Repito con fuerza lo que dijo Juan Pablo II en Chile: “el futuro de la humanidad se fragua en la familia”. 


Todos necesitamos fortalecer la familia chilena. Promover decididamente el matrimonio como la fuente insustituible para crearla. Ello sólo será posible si se muestran familias que han sabido ser fieles a la promesa hecha. Ello es posible. Además nos obliga a promover una educación centrada en el valor de cumplir la palabra empeñada, el valor de sacrificio y sobre todo reconocer en el matrimonio una vocación hermosa, pero obviamente exigente.


Si queremos una sociedad sana, si queremos jóvenes alegres que caminen seguros por la vida y con sólidas raíces sicológicas y morales hemos de fortalecer a la familia. Es allí donde se fragua el futuro de la humanidad.


Invito a los políticos a que reflexionen seriamente acerca de las políticas públicas que se están gestando en el poder legislativo y que tienen que ver con la familia. Provocan un daño al país cuando le hacen creer a la sociedad que da lo mismo casarse o no casarse, que los niños nazcan dentro o fuera del matrimonio o si el vínculo es entre personas de distinto sexo o no. Le hacen al país un daño inmenso e irreparable porque tocan el alma de Chile, tocan lo más importante que tenemos y lo que más valoramos los chilenos. Soy el primero en reconocer que hay situaciones muy complejas al interior de algunas familias. 


Quienes sufren han de ser acompañadas y la Iglesia se compromete a ello. Pero no se puede pauperizar el matrimonio en cuanto tal que siempre ha sido y será la unión de por vida entre un hombre y una mujer con el fin de ayudarse, procrear y educar a los hijos. Eso es lo que quiere Chile, el sentido común y sobre todo la gran mayoría de los chilenos. En esa línea se mueve la Iglesia que tiene el matrimonio y la familia como un bien excelso que se compromete a cuidar. 

No hay comentarios: