domingo, 1 de mayo de 2011

BENEDICTO XVI PROCLAMÓ BEATO A JUAN PABLO II

A las 10,00 de hoy, II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, Benedicto XVI presidió la celebración eucarística durante la cual proclamó Beato al Siervo de Dios Juan Pablo II, Papa (1920-2005), cuya fiesta se celebrará a partir de ahora el 22 de octubre de cada año.


Asistieron a la ceremonia 87 delegaciones de varios países, entre ellos cinco casas reales, 16 jefes de Estado -entre ellos los presidentes de Italia y de Polonia- y 7 primeros ministros.

Cientos de miles de personas venidas de todo el mundo llenaban la Plaza de San Pedro y las calles adyacentes. La ceremonia también se pudo seguir desde varias pantallas gigantes instaladas en el Circo Máximo y en algunas plazas de la ciudad.

Después del acto penitencial de la misa de beatificación de Juan Pablo II, el cardenal Agostino Vallini, vicario general del Papa para la diócesis de Roma, se acercó a Benedicto XVI junto con el postulador de la causa, monseñor Slawomir Oder, y pidió que se proceda a la beatificación del Siervo de Dios:

Beatissime Pater,
Vicarius Generalis Sanctitatis Vestrae
pro Romana Dioecesi,
humillime a Sanctitate Vestra petit
ut Venerabilem Servum Dei
Ioannem Paulum II, papam,
numero Beatorum adscribere
benignissime digneris.

A continuación leyó una breve biografía del pontífice polaco.

El cardenal Vallini terminó agradeciendo al Papa con estas palabras:

Beatissime Pater,
Vicarius Sanctitatis Vestrae
pro Romana Dioecesi,
gratias ex animo Sanctitati Vestrae agit
quod titulum Beati
hodie
Venerabili Servo Dei
Ioanni Paulo II, papae,
conferre dignatus es.


Homilía

En su homilía, el Santo Padre señaló que "hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II". Añadió que Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar "umbral de la esperanza". Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran Jubileo, dio al cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia".

Benedicto XVI dio las graciasa Dios "por la experiencia personal que me concedió, de colaborar durante mucho tiempo con el beato Papa Juan Pablo II. Ya antes había tenido ocasión de conocerlo y de estimarlo, pero desde 1982, cuando me llamó a Roma como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más su persona. Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostuvieron mi servicio. El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio. Y después, su testimonio en el sufrimiento: el Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una "roca", como Cristo quería. Su profunda humildad, arraigada en la íntima unión con Cristo, le permitió seguir guiando a la Iglesia y dar al mundo un mensaje aún más elocuente, precisamente cuando sus fuerzas físicas iban disminuyendo. Así, él realizó de modo extraordinario la vocación de cada sacerdote y obispo: ser uno con aquel Jesús al que cotidianamente recibe y ofrece en la Eucaristía".

Saludo a peregrinos

Al final de la misa de beatificación y antes de recitar el Regina Caeli, el Santo Padre saludó a los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro y en las zonas adyacentes.

Hablando en francés, el Papa pidió que "la vida y obra del Beato Juan Pablo II sea la fuente de un compromiso renovado al servicio de todos los hombres y de todo el hombre. Le pido que bendiga los esfuerzos de todos para construir una civilización del amor, respetando la dignidad de cada persona humana, creada a imagen de Dios, con una especial atención a los más frágiles".

Dirigiéndose a continuación a los peregrinos de lengua inglesa, Benedicto XVI expresó del deseo de que el ejemplo del Beato "de fe firme en Cristo, Redentor del hombre, nos inspire a vivir plenamente la nueva vida que celebramos en la Pascua, para ser iconos de la misericordia divina y trabajar por un mundo en el que la dignidad y los derechos de cada hombre, mujer y niño sean respetados y promovidos".

"Os invito -dijo a los fieles de lengua española- a seguir el ejemplo de fidelidad y amor a Cristo y a la Iglesia, que nos dejó como preciosa herencia. Que desde el cielo os acompañe siempre su intercesión, para que la fe de vuestros pueblos se mantenga en la solidez de sus raíces y la paz y la concordia favorezcan el progreso necesario de vuestras gentes".

Al saludar a las autoridades polacas, el Papa pidió que su connacional "obtenga para vosotros y para su patria terrena el don de la paz, de la unidad y de toda prosperidad".

Benedicto XVI concluyó agradeciendo a las autoridades italianas la colaboración en la organización de este día. "Extiendo mi más afectuoso saludo a todos los peregrinos - congregados en la Plaza de San Pedro, en las calles adyacentes y en otros lugares de Roma- y a todos los que se han unido a nosotros mediante la radio y la televisión; (...) a los enfermos y ancianos, con los que el nuevo beato se sentía particularmente cercano".

Al final de la celebración eucarística, el Santo Padre, acompañado por los cardenales concelebrantes, se dirigió al interior de la Basílica Vaticana para venerar al nuevo Beato. Posteriormente hicieron lo mismo las autoridades presentes, así como los obispos y demás fieles.

- Homilía del Papa Benedicto XVI

Fuente: Servicio Informativo Vaticano - Prensa CECh.

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