jueves, 5 de abril de 2012

MENSAJE DE SEMANA SANTA

Semana Santa es una gran oportunidad para volver a reconocer el valor y la dignidad de cada ser humano.



Estimados hermanos y hermanas en el Señor Jesús:

La Santa Semana, en la que celebramos la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, se nos presenta a cada uno de nosotros como la gran oportunidad para volver a vivir en profundidad el amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros. En efecto, Dios envió a su Hijo al mundo para darnos vida en abundancia. Aquella vida que brota de aquel que se sacrifica por nosotros. San Pablo nos invita a decir junto a él: “me amó y se entregó por mí”. He ahí el corazón de la vida del cristiano y la clave para comprender la vida de Jesús que se entrega absolutamente a la voluntad del Padre en la cruz.

Semana Santa es una gran oportunidad para volver a reconocer el valor y la dignidad de cada ser humano. De cada uno de nosotros. Hemos sido rescatados de todo lo que nos oprime, de todo lo que nos impide amar gracias a la entrega generosa de Jesús Cristo. Él asume todo nuestros dolores, pecados, ofensas, odios y se las ofrece al Padre para que Él las convierta en fuente de vida. En efecto la lectura última de la resurrección del Señor es esa. La muerte, toda muerte y todos los signos de muerte han sido vencidos para siempre. Jesucristo murió y resucitó, y nosotros estamos llamados a vivir la misma experiencia. Así se nos abre hoy la ventana de la esperanza, la ventana de la confianza, la ventana que nos permite caminar con confianza por la vida.

El amor de Dios por los hombres, se manifiesta en el servicio que Jesús entrega a todos quienes lo rodearon y alcanza su momento culminante en el lavado de los pies a sus discípulos. Dios permita que las celebraciones de Semana Santa nos lleven a cada uno de nosotros a ser servidores de los demás. A renunciar a nuestros propios gustos en beneficio de aquellos que nos necesitan. Es allí donde se vive con gran intensidad la labor evangelizadora y misionera de la Iglesia, a la cual estamos todos invitados.
Vivamos con intensidad la hermosa y densa liturgia que nos regala la Iglesia de tal manera de comprender en mayor profundidad el misterio cristiano y así poderlo vivir con mayor plenitud.
Tiempo precioso también es este para estar muy unidos a la santísima Virgen María, a quien el mismo Señor la dejó como Nuestra Madre.

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