viernes, 29 de julio de 2011

LOS CATÓLICOS EN POLÍTICA

por Monseñor Fernando Chomali G.
 


Compromiso y conducta de los católicos en política.

Considerando que la vida en un sistema democrático no podría desarrollarse provechosamente sin la activa, responsable y generosa participación de todos, la Iglesia valora positivamente la participación en la política de los laicos. Más aún considerando que la participación en ella a través de acciones en el ámbito económico, social, legislativo, administrativo y cultural, pretende promover el bien común Su participación redundará en lograr la paz, la justicia, el orden público, la paz, la libertad, el respeto de la vida humana y el ambiente y la solidaridad. En estos términos se expresa un importante documento de la Congregación de la Doctrina de la Fe acerca del compromiso y la conducta de los católicos en política.

En Chile, en medio de un clima social muy agitado, se está promoviendo una serie de leyes que tocan el corazón de la vida nacional como el proyecto de -…..vida en común así como la promoción de una ley que permita el mal llamado aborto terapéutico. Mal llamado porque abortar jamás ha sido una terapia y una terapia jamás podría consistir en recurrir a un aborto.

Para quien quiere ser consecuente con la fe profesada debe en primer lugar reconocer que existe una norma moral arraigada en la naturaleza del ser humano y que es ésta la que debe estar en el centro de toda decisión política dado que es anterior al Estado y a las leyes. Esta convicción debe llevar a reconocer como el fundamento mismo de un Estado moderno la centralidad de la persona humana. Es ella la razón de ser del Estado, de la política y de toda organización social, así como su fin último. Frente a los proyectos de leyes que surgen en el Congreso la primera pregunta que debiese hacerse todo católico es si ésta promueve el bien auténtico de la persona o de la sociedad o no. Es evidente que en contexto de una sociedad relativista que a cualquier opinión acerca del hombre le atribuye el mismo valor y ha separado con vehemencia la política de la ley moral estás leyes pueden parecer poco seguidas y valoradas por la población. 

Aún si son impopulares el documento antes citado postula que hay principios morales que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno. Es allí donde el empeño de los católicos se hace más evidente. Son valores fundamentales e irrenunciables puesto que están en juego el bien de la persona en cuanto promueven lo mejor de ella. Estos son a. el derecho primario a la vida de todo ser humano desde su concepción hasta la muerte natural. b. la promoción de la familia fundada en el matrimonio monógamo entre personas del mismo sexo y protegida en su unidad y estabilidad. La familia no puede ser equiparada a otras formas de convivencia, ni en cuanto tales, pueden recibir reconocimiento legal. c. el derecho de los padres a educar a sus hijos. d. la tutela social de los menores y la liberación de las víctimas de las modernas formas de esclavitud. e. el derecho a la libertad religiosa. f. el desarrollo de una economía que esté al servicio de la persona y el bien común en el respeto de la justicia social, del principio de subsidiaridad. Muchos dirán que cuanto se ha dicho es una imposición religiosa a una sociedad laica. La verdad es que no es así. Es la convicción más profunda que surge de la razón de que estas son valores fundamentales en aras del bien común y que tales exigencias éticas están radicadas en el ser humano. Por lo tanto han de ser discutidas desde la razón con argumentos de razón y que la Iglesia pone a disposición de la sociedad como un servicio que le quiere prestar a ella pensando en el altísimo valor que tiene el ser humano. Quienes argumenten para estar en desacuerdo de estos principios basales aludiendo a la legítima autonomía de los políticos católicos en el ámbito de la política no ha comprendido lo que significa ser hombre y la naturaleza inherente a éste y que al hombre le corresponde respetar, reconocer y no juzgar. Como lo plantea Juan Pablo II “verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente”. Un católico, a quien se le invita por sobre todo a pensar, no puede ser cómplice de aquello.

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